segunda-feira, 24 de novembro de 2014



Almudena de Arteaga é historiadora, advogada e autora de vários romances históricos, dos quais se destacam "A princesa de Éboli" (1997) e "Capricho (2012). Detentora de vários Prémios Literários é também a 18ª Marquesa de Cea e, após a aprovação da lei (espanhola) 33/2006 de 30/10 que aprova a igualdade de género quanto às diversas ordens de sucessão, Almudena torna-se a principal herdeira do Ducado del Infantado, sucedendo assim a Iñigo de Arteaga, seu pai e 19º Duque del Infantado.
Em "La Beltraneja, el pecado oculto de Isabel la Católica", Almudena de Arteaga narra o período da História de Espanha imediatamente anterior aos Reis Católicos: Henrique IV de Castela (1425-1474), também chamado "o impotente", casa com Joana de Portugal (1440-1475), irmã de Afonso V. O romance dá-nos uma visão dos bastidores da política, onde a intriga, a luta pelo poder e a hipocrisia são moeda comum. Assim, segundo uns, Henrique IV e Joana de Portugal teriam tido uma filha legítima graças aos métodos usados pela medicina judaica de então, nomeadamente os usados pelo médico judeu Samaya, segundo outros - os partidários de Isabel, a irmã de Henrique IV - essa filha não seria mais do que o produto de uma relação extraconjugal da rainha com Beltrán de la Cueva, amigo do rei, daí a nova Joana de Castela passar a ser denominada por "a Beltraneja". A narração é feita por Mencia de Lemos, já no tempo em que Joana "a Beltraneja" se encontra refugiada em Portugal, e dá uma visão pouco abonatória do comportamento ético e político daqueles que viriam a ser os Reis Católicos.
Em "La Beltraneja, el pecado oculto de Isabel la Católica", estamos dentro uma estrutura narrativa marcada pela linearidade, onde o espaço e o tempo narrativos seguem uma sequencialidade cronológica, excluindo, no entanto, dessa ordem o Capítulo XVI, que transcreve um documento encontrado num arquivo do Convento das Clarissas em Santarém, após a morte de Joana de Castela. Não considerando algo de negativo este aspeto mais tradicional da estrutura da obra, penso que o seu ponto forte é sobretudo a fluência da escrita (comparada em Portugal à arte de um João Aguiar!) e a caracterização psicológica das personagens, neste último ponto Almudena de Arteaga é magistral: pelas descrições e pelos diálogos dir-se-ia ser possível até vislumbrar as mais recônditas motivações das diversas personagens em jogo. No excerto que se segue - momento da inseminação artificial de Joana de Portugal através da prática dos médicos judeus -, onde Mencia de Lemos fala do passado a Joana de Castela, percebe-se que está em causa o futuro de um reino, e até da ordem geopolítica da Península Ibérica, vê-se aqui, portanto, com nitidez, a caracterização do momento histórico e também de alguns dos seus intervenientes, e é neste saber mostrar o profundo através do aparentemente simples que reside o ponto forte deste romance.
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   Un hedor insoportable a destilería casi logró que me desvaneciera. La semioscuridad no encondía las características de aquel cuchitril. No era un secreto que al rey le gustaba rodearse de villanos, montaraces y gentes de mal vivir  en sus asiduas escapadas, pero aquel lugar era especialmente sórdido.
   El portero me tendió una palmatoria y señaló un rincón. Sin temor me dirigí a la esquina. Tumbado sobre una mesa a modo de catre yacía, desaliñado y a medio vestir, el hombre al que buscaba. Su acompanhante, sin el menor recato, enroscaba en torno a él su desnudez.
   No era momento de mostrarse azarada ante la situación, el tiempo apremiaba.
   Aquel rostro cóncavo arrugó su deformada nariz y apretó su prominente mandíbula antes de abrir sus encarnados párpados y observarme fijamente com ojos garzos y separados.
   - Señor, es menester que vengáis raudos al alcázar.
   Dudé un instante y luego solté:
   - La temperatura de la reina es la idónea y si os rezagáis cambiará y veremos todas nuestras esperanzas frustradas. El maestre Samaya assegura que si su alteza viene a holgar hoy com la reina, ésta quedará preñada.
   Vuestro padre se atusó su luenga y rubia barba com los dedos y se incorporó de mala gana. Me arrodillé para calzarle y él me tocó la cabeza, mientras divagaba.
   - Sé que el remedio atenta contra la prohibición de mi abuela Catalina de Lancaster de servirnos de médicos judíos, pero está claro que son buenos y es mucho mejor su medicina que la de los nestros, pues no se limitan a las sangrias como único auxilio. Qué más da ignorar una costumbre impuesta por una anciana vetusta y si la cura a la que me someto es tan artificiosa que peca contra la ley natural, si obtenemos el resultado esperado!
   Le tomé de la mano y tiré de él, que, sin embargo, continuó.
   - Quiera Dios que esta vez sea la definitiva. O debería decir Jehová? No lo sé, el caso es que si resulta falida será necessário pedir ayuda a outro hombre para que cumpla por mí.
   Podría haber escuchado cualquier cosa pero aquello me sublevó.
   Lo que el rey acababa de decir sonaba a blasfémia, y com respecto a solicitar ayuda para ciertos menesteres, creo que hay ciertas cosas que un hombre no puede delegar en outro, y ésta es una de ellas. Pero reflexione que se decía algo sólo conseguiria retrasar el momento que tanto habíamos esperado. Por suerte, nada se interpuso en el caminho y al poco tiempo el rey y yo entrábamos en la clausura del lugar que serviria de cobijo a nuestros prpósitos.
   Sin mediar palabra, vuestro padre se acosto en una cama junto a vuestra madre. El maestre Samaya empezó a dirigir al asunto. Mientras uno de sus ayudantes masajeaba el órgano del rey, el médico examino la entrepierna desnuda de la reina. Outro de sus assistentes abrió ante él una caja de madera forrada de terciopelo. El judio tomó com sumo cuidado el instrumento que contenía. Era una cânula de oro. El médico la introdujo en las verguenzas de vuestra madre com delicadeza..
   Cuando el rey acabo de ser ordeñado, recogida su simiente en una copa, Samaya empezó empezó a hacerla passar por la cânula de oro, hasta llenar la vulva de vuestra madre com aquella sementeira.
   Mientras asistía azarada a esa escena, me pregunté si la diabólica invención del infiel daría resultado de una vez. No era la primera ocasión que la reina se sometía a aquella humillante prueba.


    Arteaga, Almudena de. La Beltraneja, El pecado oculto de Isabel la Católica. Madrid: La Esfera de los Libros, 2004, pp 58 - 60.
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