quinta-feira, 27 de agosto de 2015

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XII 4


Ahora las diosas ya no bajan al Pireo incentivando a sus audaces protegidos, ni siquiera se sientan alrededor de Zeus padre, mirando hacia dentro del Canto V de la Ilíada, para después -prudentemente- tomar partido por Afrodita o por Atenea. Ahora las bellas y sobrehumanas ya no inspiran ni a Teócrito ni a Píndaro, ni limpian la mirada de Heródoto o de Tucídedes. Ahora las diosas ya no quieren ser inmortales y se sientan de madrugada en los bancos de Cais do Sodré bebiendo cerveza y recuperando, com el aire del río, las inflamadas mucosas nasales. Ahora las diosas - aún tan jóvenes y deseables - no bailan ya al volver de las aras de Lesbos o de Samos, perdieron las guirnaldas en el tranvía 28, rasgan sus túnicas en las terrazas de Príncipe Real y despiertan a un nuevo día - sin ni siquiera pensar en Lorca - allá por las cinco de la tarde. Ahora las diosas usan hasta pequeños esprays de bolsillo, no vaya algún fauno beodo a decir que su pecho arde   por ellas todavía.


Victor Oliveira Mateus, Negro Marfim (Ed. Labirinto, 2015. Trad. José A. García Caballero)
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